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Un Beso Para Las Reinas
Morgan Rice
Un Trono para Las Hermanas #6
La imaginaciГіn de Morgan Rice no tiene lГmites. En una serie que promete ser tan entretenida como las anteriores, UN TRONO PARA LAS HERMANAS nos presenta la historia de dos hermanas (SofГa y Catalina), huГ©rfanas, que luchan por sobrevivir en el cruel y desafiante mundo de un orfanato. Un Г©xito inmediato. ВЎCasi no puedo esperar a hacerme con el segundo y tercer libros! Books and Movie Reviews (Roberto Mattos) ВЎLa nueva serie de fantasГa Г©pica #1 en ventas de Morgan! En UN BESO PARA LAS REINAS (UN trono para las hermanas – Libro seis), a SofГa le llega el momento de madurar. Es el momento que dirija un ejГ©rcito, que dirija una naciГіn, que dГ© un paso adelante y sea la comandante de la batalla del reino mГЎs Г©pica que el reino jamГЎs vea. Su amor, SebastiГЎn, continГєa encarcelado y preparado para que lo ejecuten. ВїSe reunirГЎn a tiempo?Catalina por fin se ha liberado del poder de la bruja, y es libre para convertirse en la guerrera que se supone que debe ser. Sus habilidades serГЎn probadas en la batalla por su vida, mientras lucha al lado de su hermana. ВїSe salvarГЎn la una a la otra las hermanas?La Reina, furiosa con Ruperto y Lady D’Angelica, lo exilia a Г©l y a ella la condena a ejecuciГіn. Pero ellos puede que tengan sus propias intenciones ocultas. Y todo esto converge en una batalla Г©pica que decidirГЎ el futuro de la corona y el destino del reino… para siempre. UN BESO PARA LAS REINAS (Un trono para las hermanas – Libro seis) es el es el sexto libro de una nueva y sorprendente serie de fantasГa llena de amor, desamor, tragedia, acciГіn, aventura, magia, espadas, brujerГa, dragones, destino y un emocionante suspense. Un libro que no podrГЎs dejar, lleno de personajes que te enamorarГЎn y un mundo que nunca olvidarГЎs. Pronto saldrГЎ el libro#6 de la serie. poderoso principio para una serie mostrarГЎ una combinaciГіn de enГ©rgicos protagonistas y desafiantes circunstancias para implicar plenamente no solo a los jГіvenes adultos, sino tambiГ©n a admiradores de la fantasГa para adultos que buscan historias Г©picas avivadas por poderosas amistades y rivales. Midwest Book Review (Diane Donovan)
UN BESO PARA LAS REINAS
(UN TRONO PARA LAS HERMANAS -- LIBRO 6)
MORGAN RICE
Morgan Rice
Morgan Rice tiene el #1 en Г©xito de ventas como el autor mГЎs exitoso de USA Today con la serie de fantasГa Г©pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalГptica compuesta de tres libros; de la serie de fantasГa Г©pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; y de la nueva serie de fantasГa Г©pica DE CORONAS Y GLORIA. Los libros de Morgan estГЎn disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones estГЎn disponibles en mГЎs de 25 idiomas.
A Morgan le encanta escucharte, asГ que, por favor, visita www.morganrice.books (http://www.morganrice.books/) para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las Гєltimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ВЎy seguirla de cerca!
Algunas opiniones sobre Morgan Rice
В«Si pensaba que no quedaba una razГіn para vivir tras el final de la serie EL ANILLO DEL HECHICERO, se equivocaba. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice consigue lo que promete ser otra magnГfica serie, que nos sumerge en una fantasГa de trols y dragones, de valentГa, honor, coraje, magia y fe en el destino. Morgan ha conseguido de nuevo producir un conjunto de personajes que nos gustarГЎn mГЎs a cada pГЎgina… Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores que disfrutan de una novela de fantasГa bien escritaВ».
--Books and Movie Reviews
Roberto Mattos
В«Una novela de fantasГa llena de acciГіn que seguro satisfarГЎ a los fans de las anteriores novelas de Morgan Rice, ademГЎs de a los fans de obras como EL CICLO DEL LEGADO de Christopher Paolini… Los fans de la FicciГіn para JГіvenes Adultos devorarГЎn la obra mГЎs reciente de Rice y pedirГЎn mГЎsВ».
--The Wanderer, A Literary Journal (sobre El despertar de los dragones)
В«Una animada fantasГa que entrelaza elementos de misterio e intriga en su trama. La senda de los hГ©roes trata sobre la forja del valor y la realizaciГіn de un propГіsito en la vida que lleva al crecimiento, a la madurez, a la excelencia… Para aquellos que buscan aventuras fantГЎsticas sustanciosas, los protagonistas, las estrategias y la acciГіn proporcionan un fuerte conjunto de encuentros que se centran en la evoluciГіn de Thor desde que era un niГ±o soГ±ador hasta convertirse en un joven adulto que se enfrenta a probabilidades de supervivencia imposibles… Solo el comienzo de lo que promete ser una serie Г©pica para jГіvenes adultosВ».
--Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)
В«EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un Г©xito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaГ±o y traiciГіn. Lo entretendrГЎ durante horas y satisfarГЎ a de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del gГ©nero fantГЎsticoВ».
-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos
В«En este primer libro lleno de acciГіn de la serie de fantasГa Г©pica El anillo del hechicero (que actualmente cuenta con 14 libros), Rice presenta a los lectores al joven de 14 aГ±os Thorgrin “Thor” McLeod, cuyo sueГ±o es alistarse en la LegiГіn de los Plateados, los caballeros de Г©lite que sirven al rey… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intriganteВ».
--Publishers Weekly
Libros de Morgan Rice
LAS CRГ“NICAS DE LA INVASIГ“N
TRANSMISIГ“N (Libro #1)
LLEGADA (Libro #2)
EL CAMINO DE ACERO
SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)
UN TRONO PARA LAS HERMANAS
UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)
UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)
UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)
UN CANTO FГљNEBRE PARA LOS PRГЌNCIPES (Libro #4)
UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)
UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)
UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)
DE CORONAS Y GLORIA
ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)
CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)
ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #3)
REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)
SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)
HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)
GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)
VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)
REYES Y HECHICEROS
EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)
EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)
EL PESO DEL HONOR (Libro #3)
UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)
UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)
LA NOCHE DE LOS VALIENTES (Libro #6)
EL ANILLO DEL HECHICERO
LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)
UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)
UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)
UN GRITO DE HONOR (Libro #4)
UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)
UNA POSICIГ“N DE VALOR (Libro #6)
UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)
UNA CONCESIГ“N DE ARMAS (Libro #8)
UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)
UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)
UN REINO DE ACERO (Libro #11)
UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)
UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)
UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)
UN SUEГ‘O DE MORTALES (Libro #15)
UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)
EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)
LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA
ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)
ARENA DOS (Libro #2)
ARENA TRES (Libro #3)
VAMPIRA, CAГЌDA
ANTES DEL AMANECER (Libro #1)
EL DIARIO DEL VAMPIRO
TRANSFORMACIГ“N (Libro #1)
AMORES (Libro #2)
TRAICIONADA(Libro #3)
DESTINADA (Libro #4)
DESEADA (Libro #5)
COMPROMETIDA (Libro #6)
JURADA (Libro #7)
ENCONTRADA (Libro #8)
RESUCITADA (Libro #9)
ANSIADA (Libro #10)
CONDENADA (Libro #11)
OBSESIONADA (Libro #12)
ВїSabГas que he escrito mГєltiples series? ВЎSi no has leГdo todas mis series, haz clic en la imagen de abajo para descargar el principio de una serie!
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Derechos Reservados В© 2018 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn de informaciГіn, sin la autorizaciГіn previa de la autora. Este libro electrГіnico estГЎ disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido ni regalado a otras . Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si estГЎ leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo comprГі solamente para su uso, por favor devuГ©lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora. Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaciГіn de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia.
ГЌNDICE
CAPГЌTULO UNO (#u52a1d2b6-8e6d-52dd-9760-bb80e7114507)
CAPГЌTULO DOS (#uae9abcbc-1fe1-5c14-91fa-de27ad262427)
CAPГЌTULO TRES (#u5a504004-41ef-5938-b019-1ae99b82b0f8)
CAPГЌTULO CUATRO (#u7cd50318-82c4-5132-bd77-366380fda18d)
CAPГЌTULO CINCO (#u6c498eb2-c4c5-537b-b05f-1fa5afca4325)
CAPГЌTULO SEIS (#u5d24ff2d-ca91-5cac-9ca5-743ac836a756)
CAPГЌTULO SIETE (#u75f55a0d-f427-58f8-962a-98f281cdcf61)
CAPГЌTULO OCHO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO NUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIEZ (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO ONCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DOCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TRECE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO CATORCE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO QUINCE (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIDГ“S (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO VEINTITRÉS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)
CAPГЌTULO UNO
SebastiГЎn atravesaba Ashton lentamente, cauteloso como un ciervo perseguido, intentando pensar en su siguiente movimiento. Era libre, pero lo cierto era que no se fiaba de ello. TodavГa parecГa una broma. Eso se debГa a las circunstancias de su fuga.
SebastiГЎn todavГa no las entendГa. Alguien habГa abierto la puerta de su celda y habГa matado a todos los guardias de la casa seГ±orial de Ruperto, pero no se habГa molestado en atribuirse el mГ©rito; ni tan solo se habГa anunciado. SebastiГЎn habГa esperado que el rescatador tambiГ©n estuviera allГ para esta parte de la fuga. En cambio, avanzaba por las calles de Ashton solo.
Merodeaba por la Colina Enredada y las Vueltas, haciendo su camino lentamente hacia los muelles. Era cauteloso, y no solo por las razones habituales por las que alguien que andaba por Ashton debГa ser cauteloso. En algГєn momento, Ruperto descubrirГa que habГa escapado y mandarГa hombres en su bГєsqueda.
—Debo estar lejos antes de eso —se dijo a sГ mismo SebastiГЎn. Esa parte parecГa evidente.
Si todavГa tuviera el favor de su madre, serГa otra cosa, pero despuГ©s de haber salido corriendo en su boda, dudaba que ella estuviera de humor para ayudarlo. AdemГЎs, lo cierto era que querГa marcharse rГЎpidamente de Ashton por otra razГіn: cuanto antes marchara, antes llegarГa a Ishjemme y a SofГa.
—LlegarГ© hasta ella —se prometiГі. LlegarГa hasta ella y estarГan juntos. Eso era lo que ahora mismo importaba.
De camino a los muelles, encontrГі una taberna y colocГі en un rincГіn, con la capucha de su capa subida mientras estaba alerta por los hombres que podrГan estar trabajando para Ruperto. Al fin y al cabo, una vez lo habГan atrapado escapando de la ciudad.
—¿Qué le traigo? —le preguntó una camarera.
SebastiГЎn sacГі una moneda del monedero que alguien le habГa dejado junto con la capa y un puГ±al de doble filo y la puso sobre la mesa.
—Comida —dijo— e información. ¿Hay algún barco que parta hacia Ishjemme?
La camarera cogiГі la moneda.
—De la comida me puedo encargar. De lo otro, siéntase libre de sentarse aquà y escuchar. Por aquà vienen capitanes bastante a menudo con los muelles.
SebastiГЎn habГa pensado que esto acabarГa asГ. HabГa tenido la esperanza de salir rГЎpidamente de Ashton, pero no podГa arriesgarse a ir de nuevo hasta los muelles buscando un barco. AsГ fue cГіmo Ruperto lo habГa atrapado la Гєltima vez. TenГa que tomarse su tiempo. TenГa que escuchar.
Hizo ambas cosas, se sentГі allГ e intentГі pillar lo que podГa de las conversaciones de la taberna mientras comГa un plato de pan, queso y jamГіn curado. Los hombres del rincГіn estaban hablando de las guerras al otro lado del PuГ±al-Agua, que ya no parecГan tan lejanas ahora que el Nuevo EjГ©rcito habГa intentado invadir. Un hombre y una mujer estaban hablando en susurros, pero a SebastiГЎn le bastГі verlos juntos para imaginar que se estaban haciendo promesas el uno al otro y planeando una vida juntos. Eso le hizo pensar en SofГa. Otros estaban hablando de las Гєltimas obras de los actores, o de peleas que habГan visto en los muelles. Sin embargo, en medio de todo esto, un susurrГі llamГі la atenciГіn de SebastiГЎn.
—La Viuda…
SebastiГЎn se levantГі y fue hasta el mozo de muelle que lo habГa dicho.
—¿QuГ© pasГі? —preguntó—. ВїQuГ© decГas de la Viuda?
TenГa la cabeza agachada, con la esperanza de que nadie se diera cuenta de quiГ©n era.
—¿Y a ti qué te importa? —preguntó el mozo de muelle.
SebastiГЎn pensГі rГЎpidamente y adoptГі la mismo voz ГЎspera.
—Llevo todo el dГa oyendo este nombre. Al final pensГ© que averiguarГa quГ© estaba pasando.
El mozo de muelle encogiГі los hombros.
—Bueno, de mГ no sacarГЎs mucho. Lo Гєnico que he oГdo es lo que ha oГdo todo el mundo: algo estГЎ pasando en palacio. Hay rumores sobre la Viuda y ahora todo el palacio estГЎ cerrado. Mi hermano tenГa que hacer una entrega en esa direcciГіn, y estuvo mГЎs de una hora parado en Arco Alto.
—Gracias —dijo SebastiГЎn, mientras se apartaba del hombre y se dirigГa hacia la puerta.
Por derecho, los indicios de problemas en palacio no deberГan significar nada para Г©l. DeberГa seguir con su plan original de encontrar un barco y llegar hasta SofГa tan rГЎpido como pudiera. Fuera lo que fuera lo que le estaba pasando a su madre no era problema suyo.
SebastiГЎn intentaba decirse todo esto a sГ mismo. Aun asГ, sus pies giraron inexorablemente en direcciГіn a palacio, llevГЎndolo por las calles adoquinadas a travГ©s de la ciudad.
—SofГa estarГЎ esperando —se dijo a sГ mismo, pero lo cierto era que ni tan solo sabГa si SofГa habГa tenido algo que ver en su fuga. Si hubiera sido asГ, Вїno se hubieran anunciado los rescatadores? Puede que ella no supiera que estaba de camino y, en cualquier caso, Вїrealmente podГa marcharse SebastiГЎn sin saber por lo menos quГ© estaba sucediendo?
TomГі una decisiГіn. IrГa a palacio, cogerГa provisiones y averiguarГa lo quГ© estaba pasando. Si lo hacГa discretamente, SebastiГЎn imaginaba que podrГa estar fuera de allГ incluso antes de que alguien se diera cuenta, y en una posiciГіn mucho mejor para conseguir el barco que necesitaba para llegar hasta Ishjemme y SofГa. AsintiГі para sГ mismo, se puso a andar en direcciГіn a palacio y se detuvo para llamar a un palanquГn que pasaba por allГ para contratarlo. Los portadores lo miraron con escepticismo, pero una vez les hubo lanzado un par de monedas, no expresaron ninguna duda.
—EstГЎ bastante cerca —dijo SebastiГЎn, una vez hubieron llegado a una calle que no estaba lejos de los terrenos de palacio. No podГa arriesgarse a intentar entrar por las puertas delanteras, por si los amigotes de Ruperto estaban allГ. En su lugar, SebastiГЎn se colГі hasta una de las puertas del jardГn. AllГ habГa un guardia, que parecГa sorprendentemente alerta teniendo en cuenta que estaba vigilando una puerta tan pequeГ±a. SebastiГЎn lo observГі durante un tiempo y, a continuaciГіn, hizo seГ±ales a un niГ±o de la calle que habГa por allГ cerca para que se acercara y le mostrГі una moneda.
—¿Para quГ© es eso? —preguntГі el chico, con un tono de sospecha. SebastiГЎn no estaba seguro de querer saber lo que habГa pasado como para hacer que el niГ±o sospechara tanto de los desconocidos.
—Quiero que vayas y causes problemas con ese guardia. Haz que te persiga pero que no te atrape. ¿Crees que puedes hacerlo?
El chico asintiГі con la cabeza.
—Hazlo bien y habrá otra moneda para ti —prometió Sebastián y, a continuación, se apartó en un portal a esperar.
No tuvo que esperar mucho. En menos de un minuto, allГ estaba el niГ±o, lanzando barro en direcciГіn al guardia. Una vez le salpicГі el casco y estallГі por todo su uniforme en un gran rocГo de tierra.
—¡Eh! —exclamó el guardia y fue corriendo hacia el niño de la calle.
SebastiГЎn fue a toda prisa hacia el hueco que quedГі y atravesГі la puerta hasta los campos de palacio. Esperaba que el niГ±o estuviera bien. Imaginaba que lo estarГa, pues ningГєn niГ±o de la calle vive mucho tiempo en Ashton si no sabe correr.
SebastiГЎn se dirigiГі hacia los jardines y se puso a pensar en los paseos que habГa dado por ellos con SofГa. Pronto se reunirГa con ella. Tal vez en Ishjemme habrГa jardines que hicieran la competencia a la belleza de las rosas trepadoras de aquГ. En cualquier caso, tenГa la intenciГіn de averiguarlo.
Los campos estaban mГЎs tranquilos de lo que normalmente estaban. Cualquier dГa normal, habrГa habido sirvientes ajetreados, plantando o recogiendo hierbas y verduras para las cocinas. HabrГa habido nobles dando vueltas formales por los campos, para hacer ejercicio, para tener la ocasiГіn de hablar de polГtica entre ellos sin que los oyeran, o como parte de los complejos dejos y los sutiles gestos que constituГan el cortejo en el reino.
En cambio, los jardines estaban casi vacГos y SebastiГЎn se colГі por los jardines de la cocina, y entrГі a palacio por una puerta lateral. Los sirvientes que habГa allГ lo miraron fijamente y SebastiГЎn no se detuvo, pues no deseaba los lГos que podГan venir si alguien clamaba su presencia. No querГa que lo pillaran hablando con la corte entera; solo querГa descubrir quГ© estaba sucediendo y marcharse otra vez, lo mГЎs tranquilamente posible.
SebastiГЎn se abrГa camino por palacio, esquivando cada vez que pensaba que podrГa venir un guardia, en direcciГіn a sus aposentos. EntrГі, cogiГі una espada de repuesto, se cambiГі de ropa, cogiГі una bolsa y la llenГі con todas las provisiones que pudo. SaliГі de nuevo a palacio…
… y casi de inmediato se encontrГі cara a cara con una sirviente, que empezГі a alejarse, con el miedo grabado en la cara, como si pensara que podГa matarla.
—¡No te preocupes! —dijo Sebastián—. No te haré daño. Solo estoy aquà para…
—¡EstГЎ aquГ! —exclamГі la sirvienta—. ВЎEl PrГncipe SebastiГЎn estГЎ aquГ!
Casi de inmediato, siguiГі el ruido de unos pies enfundados en botas. SebastiГЎn dio la vuelta y corriГі hacia el vestГbulo, yendo a toda prisa por los pasillos por los que habГa andado casi toda su vida. Fue hacia la izquierda, despuГ©s hacia la derecha, para intentar perder a los hombres que ahora corrГan tras Г©l, gritГЎndole que parara.
MГЎs adelante habГa mГЎs hombres. SebastiГЎn echГі un vistazo alrededor y entrГі de golpe en una habitaciГіn que habГa por allГ cerca, con la esperanza de que por lo menos hubiera una puerta adyacente o un lugar donde esconderse. No habГa ninguna de las dos cosas.
Los guardias se amontonaron en la habitaciГіn. SebastiГЎn pensГі en sus opciones, pensГі en la paliza que habГa recibido a manos de los hombres de Ruperto y desenfundГі su espada casi por instinto.
—Baje la espada, su alteza —ordenГі el cabecilla de los guardias. Ahora habГa hombres a ambos lados de SebastiГЎn y, ante su sorpresa, algunos apuntaban con sus mosquetes. ВїQuГ© clase de hombres se arriesgarГan a enojar a su madre amenazando de muerte a uno de sus hijos de esa manera? Normalmente, solo se atrevГan con una reprimenda. Eso era en parte la razГіn por la que Ruperto se habГa escapado de tantas cosas a lo largo de los aГ±os.
Pero SebastiГЎn no era Ruperto y no era tan estГєpido como para considerar luchar contra un grupo de hombres armados como ese. BajГі su espada, pero no la soltГі.
—¿QuГ© significa esto? —exigiГі. HabГa una carta que podГa jugar que no le convenГa mucho, pero que podrГa ser su mejor opciГіn para mantenerse a salvo—. Soy el heredero al trono de mi madre y vosotros me estГЎis amenazando. ВЎBajad vuestras armas de inmediato!
—¿Por eso lo hizo? —preguntГі el cabecilla de los guardias, en un tono que contenГa mГЎs odio del que SebastiГЎn habГa oГdo en toda su vida—. ВїQuerГa ser su heredero?
—¿Es por eso que hice qué? —replicó Sebastián—. ¿Qué está pasando aqu� Cuando mi madre se entere de esto…
—No tiene sentido que se haga el inocente —dijo el capitán de los guardias—. sabemos que es usted quien mató a la Viuda.
—Mató… —Fue como si el mundo se detuviera en ese momento. SebastiГЎn se quedГі quieto con la boca abierta, su espada cayГі de sus dГ©biles dedos al suelo por el impacto. ВїAlguien habГa matado a la Viuda? ВїВЎSu madre estaba muerta!?
El dolor fluyГі en su interior, el puro horror de lo que habГa sucedido lo llenaba. ВїSu madre habГa muerto? No podГa ser. Ella siempre habГa estado allГ, tan inamovible como una roca, y ahora… ya no estaba, habГa desaparecido en un instante.
Al instante, unos hombres entraron a toda prisa para atraparlo, unos brazos sujetaron los suyos desde ambos lados. SebastiГЎn estaba demasiado bloqueado como para pelear. No podГa creerlo. Г‰l pensaba que su madre sobrevivirГa a todos en el reino. Pensaba que era tan fuerte y tan astuta que nada podrГa acabar con ella. Ahora alguien la habГa asesinado.
No, alguien no. Solo habГa una persona que pudiera ser.
—Lo hizo Ruperto —dijo Sebastián—. Ruperto es quien…
—No diga mГЎs mentiras —dijo el cabecilla de los guardias—. ВїDebo creer que es una coincidencia que lo hayamos encontrado corriendo armado por palacio tan seguido de la muerte de su madre? PrГncipe SebastiГЎn de la Casa de Flamberg, le arresto por el asesinato de su madre. Llevadlo a una de las torres, chicos. Supongo que querrГЎn juzgarlo por esto antes de ejecutarlo como el traidor que es.
CAPГЌTULO DOS
Angelica estaba delicadamente sentada en el salГіn de la casa seГ±orial de Ruperto, arreglada con la misma perfecciГіn que las flores que habГa encima de la chimenea, escuchando cГіmo el prГncipe primogГ©nito del reino entraba en pГЎnico mientras intentaba no mostrar nada de su menosprecio.
—¡La maté! —gritaba, abriendo sus brazos en cruz mientras andaba de un lado a otro—. La maté de verdad.
—Grita un poco mГЎs, mi prГncipe —dijo Angelica, incapaz de evitar que se colara al menos un poco del desprecio que sentГa—. Creo que algunos de los del edificio de al lado pueden no haberte oГdo.
—¡No te rГas de mГ! —dijo Ruperto, seГ±alГЎndola con el dedo—. Tú… tГє me incitaste a esto.
Un dГ©bil chorrito de miedo creciГі en el interior de Angelica al oГrlo. No deseaba para nada ser el blanco de la ira de Ruperto.
—Aun asГ, el que estГЎ manchado con la sangre de la Viuda eres tГє —dijo Angelica, con un ligero toque de indignaciГіn. No por el asesinato; la vieja bruja lo tenГa merecido. Era sencillamente repulsiГіn por la falta de elegancia en todo aquello y por la estupidez de su futuro marido.
La expresiГіn de Ruperto mostrГі ira, pero bajГі la vista como si viera por primera vez la sangre que habГa en su camisa y que la manchaba de un carmesГ que hacГa juego con su capa. Su expresiГіn volviГі a algo parecido al desconsuelo al hacerlo. ВЎQuГ© raro! , pensГі Angelica, ВїEra posible que hubieran encontrado a una persona a la que Ruperto realmente se arrepintiera de hacer daГ±o?
—Me matarán por ello —dijo Ruperto—. Maté a mi madre. Caminé por palacio manchado con su sangre. Me vieron.
Probablemente lo vio medio Ashton, dado la manera en la que seguramente habГa ido por las calles con ella. Lo Гєnico que lo salvaba era que durante esa parte del camino iba envuelto con una capa. En cuanto a lo demГЎs… bueno, Angelica se encargarГa de ello.
—QuГtate la camisa —ordenГі.
—¡Tú a mà no me das órdenes! —dijo Ruperto, atacándola verbalmente.
Angelica se mantuvo firme, pero suavizГі un poco el tono, para intentar tranquilizar a Ruperto de la manera que evidentemente querГa—. QuГtate la camisa, Ruperto. Tienes que lavarte.
Lo hizo y tambiГ©n tirГі su capa. Angelica le dio unos toques a las manchas de sangre que quedaban con un paГ±uelo y un cuenco de agua y borrГі lo que pudo de los restos de la violencia. TocГі una pequeГ±a campana y una camarera entrГі con ropa limpia y se llevГі la vieja.
—Ya estГЎ —dijo Angelica mientras Ruperto se vestГa—, Вїno te sientes mejor?
Ante su sorpresa, Ruperto negГі con la cabeza.
—Esto no se lleva lo que pasГі. No se lleva lo que veo aquГ, ВЎaquГ dentro! —Se dio un golpe en un lado de la cabeza con la mano abierta.
Angelica le cogiГі la mano y le besГі la frente con la delicadeza de una madre a un hijo.
—No tienes que hacerte daño. Eres demasiado valioso para mà para eso.
Valioso era una palabra para ello. Necesario podrГa ser otra. Angelica necesitaba a Ruperto vivo y bien, al menos por ahora. Г‰l era la llave para abrir todas las puertas del poder, y debГa estar intacto para hacerlo. Antes, controlarlo habГa resultado muy fГЎcil, pero todo esto era… inesperado.
—Pronto me perderás —dijo Ruperto—. Cuando descubran lo que hice…
—Ruperto, nunca habГa visto que una muerte te afectara de esta manera —dijo Angelica—. Has luchado en batallas. Has estado al mando de ejГ©rcitos que han matado a miles de .
TambiГ©n habГa luchado y matado en causes menos evidentemente necesarias. HabГa hecho daГ±o a mГЎs de las que le tocaban durante toda su vida. Por lo que Angelica habГa oГdo, habГa hecho cosas que darГan nГЎuseas a la mayorГa de , y que se habГan escondido al mundo. ВїPor quГ© una muerte mГЎs iba a ser un problema?
—Era mi madre —dijo Ruperto, como si eso lo hiciera evidente—. No era cualquier campesina. Era mi madre y la reina.
—La madre que iba a robarte tu derecho natural —puntualizó Angelica—. La reina que iba a exiliarte.
—Aun asГ… —empezГі Ruperto.
Angelica lo cogió por los hombros, con el deseo de poderle hacer entrar en razón—. No hay un aun asà —dijo—. Te lo iba a quitar todo. Iba a destrozarte para dárselo todo a su hijo…
—¡Su hijo soy yo! —gritГі Ruperto, apartando a Angelica de un empujГіn. Angelica sabГa que ene ese instante debГa tener miedo de Г©l, pero lo cierto era que no lo tenГa. Al menos, de momento, era ella la que tenГa el control.
—SГ, lo eres —dijo Angelica—. Su hijo y su heredero, y ella intentГі quitГЎrtelo todo. IntentГі dГЎrselo a alguien que te habrГa hecho daГ±o. PrГЎcticamente, fue en defensa propia.
Ruperto negГі con la cabeza.
—No… no lo verГЎn asГ. Cuando se enteren de lo que he hecho…
—¿Por quГ© iban a enterarse? —preguntГі Angelica en un tono perfectamente lГіgico que fingГa no comprender. Se dirigiГі a uno de los divanes que habГa allГ, se sentГі y cogiГі una copa de vino frГo. Le hizo un gesto a Ruperto para que hiciera lo mismo, y este se bebiГі el suyo con una rapidez que daba a entender que apenas lo habГa saboreado.
—La gente me habrГЎ visto —dijo Ruperto—. AdivinarГЎn de dГіnde venГa la sangre.
Angelica no pensaba que Ruperto fuera tan estГєpido. Pensaba que era un imbГ©cil, evidentemente, incluso un imbГ©cil peligroso, pero no tanto.
—A la gente se la puede comprar, o amenazar, o matar —dijo—. Se la puede distraer con rumores, o incluso convencerla de que se equivocaba. Tengo a gente escuchando indicios de que la gente hable en tu contra, y cualquiera que lo haga será silenciado o quedará como un estúpido, de manera que será ignorado.
—Aun asГ… —empezГі Ruperto.
—No empieces otra vez, mi amor —dijo Angelica—. Tú eres un hombre fuerte y seguro de ti mismo. ¿Por qué te cuestionas a ti mismo con esto?
—Porque esto puede ir mal de muchas maneras —dijo Ruperto—. No soy tonto. Ya sé lo que piensa de mà la gente. Si empiezan los rumores, se los creerán.
—En ese caso, procuraré que no empiecen —dijo Angelica—, o les encontraré un blanco más adecuado. —Alargó el brazo para cogerle una mano—. Cuando te acostabas con la hija de algún noble en el pasado y eras demasiado brusco con ella, ¿te preocupaba su ira?
Ruperto negГі con la cabeza.
—Pero si yo nunca he…
—La mentira es tu primera herramienta en esto —dijo Angelica, con calma. SabГa exactamente lo que Ruperto habГa hecho en el pasado y a quiГ©n. Se habГa encargado de conocer hasta el mГЎs mГnimo detalle, de manera que pudiera usarlo si debГa hacerlo. Al principio, el plan habГa sido destruir al prГncipe cuando se casara con SebastiГЎn, pero ahora podГa ser igual de Гєtil.
—No sé por qué sacas esto ahora —dijo Ruperto—. No es relevante. Es…
—La distracción es la segunda —dijo Angelica—. Encontraremos cosas mejores en las que la gente se concentre.
Vio que Ruperto se ponГa rojo por la rabia.
—Yo seré tu rey —dijo él bruscamente.
—Y esta es tu tercera herramienta —susurró Angelica, acercándose para besarlo—. Estás a salvo. ¿Lo comprendes, mi amor? O lo estarás. El truco está ahora en asegurar tu posición.
Vio que Ruperto se relajaba visiblemente a medida que la idea iba calando. A pesar de lo muy profundamente que le habГa afectado haber matado a su madre, sabГa cГіmo escapar de cualquier cosa que hiciera. Al fin y al cabo, llevaba mucho tiempo haciГ©ndolo. O tal vez era la expectativa de poder lo que lo calmaba, el pensar en lo que vendrГa a continuaciГіn.
—Ya he hablado con todos mis aliados —dijo Ruperto.
—Y ahora es el momento de que actúen —respondió Angelica—. Hagámoslos parte de esto desde el principio. La muerte de la Viuda ya es un rumor en la ciudad, y muy pronto se anunciará de manera formal. Ahora las cosas deben avanzar rápidamente. —Lo ayudó a levantarse—. Todo tipo de cosas.
—¿Qué cosas? —preguntó Ruperto. Angelica lo atribuyó a conmoción.
—Nuestra boda, Ruperto —dijo—. Debe tener lugar antes de que la gente tenga ocasiГіn de discutir. Debemos presentarles un frente estable, una dinastГa real establecida a la que seguir.
Ruperto se moviГі sorprendentemente rГЎpido cuando la cogiГі por el cuello, de nuevo con una rabia que crecГa con una rapidez peligrosa.
—No me digas lo que yo debo hacer —dijo—. Mi madre intentó hacerlo.
—Yo no soy tu madre —respondiГі Angelica, intentando no hacer un gesto de dolor ante la fuerza del agarre—. Pero sГ que me gustarГa ser tu esposa antes de que se acaba el dГa. Pensaba que habГamos hablado de eso, Ruperto. Pensaba que era lo que tГє querГas.
Ruperto la soltГі.
—No lo sГ©. Yo no… yo no habГa planeado nada de esto.
—¿Ah, no? —preguntГі Angelica—. Planeaste tomar el trono. Sin duda sabГas los sacrificios que supondrГa. Aunque me gustarГa pensar que casarte conmigo no es una adversidad tan grande.
VolviГі hacia Г©l.
—Si quieres, no es demasiado tarde para cancelar las cosas. Dime que me vaya y vaciarГ© Ashton de las haciendas de mi familia. Si eliges esperar, esperaremos. Evidentemente, en ese caso no tendrГas la fuerza de mi familia, o sus aliados. Y no habrГa nadie que te ayudara a contener todos esos… rumores difГciles.
—¿Me estГЎs amenazando? —exigiГі Ruperto. Angelica sabГa que ese era un juego peligroso. Aun asГ, iba a jugarlo, pues el verdadero juego al que ella jugaba era mucho mГЎs peligroso.
—Simplemente estoy señalando las ventajas que ganas si sigues adelante con esto, mi amor —dijo Angelica—. Cásate conmigo, y puedo hacer que todo esto sea mucho más fácil para ti. es mejor hacerlo hoy que dentro de un mes. Si puedo actuar como tu esposa, ya tengo una razón para protegerte del mundo.
Ruperto se quedГі quieto durante unos segundos y, por un instante, Angelica pensГі que podrГa haber calculado mal todo esto. Que, al fin y al cabo, Г©l podrГa marcharse. Entonces asintiГі una Гєnica y concisa vez.
—Muy bien —dijo él—. Si es importante para ti, lo haremos hoy. Ahora, voy a tomar un poco de aire y empezaré a contactar con nuestros aliados.
Dio la vuelta y saliГі. Angelica sospechaba que era mГЎs probable que fuera en busca de vino que de sus aliados, pero eso no importaba. Probablemente, incluso les beneficiaba. Pronto, ella los tendrГa haciendo lo que debГan, mandando mensajes de parte de su marido.
LlamГі a una sirvienta con la campana.
—AsegГєrate de que la ropa que llevaba el PrГncipe Ruperto cuando entrГі se quema —le dijo a la chica que entró—. DespuГ©s busca a una sacerdotisa de la Diosa Enmascarada, e invita a los miembros del consejo Гntimo de la Viuda para que se reГєnan en palacio. Ah, y manda a alguien a mi modista. Ya debe haber un vestido de boda esperГЎndome.
—¿Mi señora? —dijo la chica.
—¿No estoy hablando con suficiente claridad? —preguntó Angelica—… Mi modista. Venga.
La chica se fue. Era extraГ±o lo estГєpida que podГa ser la gente a veces. Era evidente que la sirvienta habГa dado por sentado que Angelica no habГa hecho ninguna preparaciГіn para su propia boda. En cambio, ella habГa empezado a mandar mensajes para las preparaciones casi tan pronto como tuvo la idea de hacer que Ruperto se casara con ella. Era importante que esta boda lo pareciera lo mГЎs posible dada la poca antelaciГіn.
Era una pena que no hubiera la oportunidad de tener una ceremonia mГЎs grande mГЎs tarde, pero habГa un impedimento mГЎs grande para ello: para entonces Ruperto estarГa muerto.
El dГa de hoy habГa demostrado que eso era necesario de forma mГЎs clara de lo que Angelica podГa creer. Ella pensaba que Ruperto era un hombre que tenГa tanto control sobre sГ mismo como ella, pero continuaba tan variable como el viento. No, el plan que ella habГa establecido era el camino a seguir. Se casarГa con Ruperto esa misma noche, lo matarГa por la maГ±ana y serГa coronada reina antes de que el cuerpo de Г©l estuviera en el suelo.
Ashton tendrГa la reina que necesitaba. Angelica gobernarГa, y el reino serГa mejor por ello. Todo iba a salir bien. PodГa sentirlo.
CAPГЌTULO TRES
SofГa solo podГa esperar mientras la flota avanzaba hacia Ashton. Mientras su flota avanzaba. Incluso aquГ y ahora, despuГ©s de todo lo que habГa sucedido, era difГcil recordar que todo esto era suyo. Todas las vidas que habГa en los barcos que la rodeaban, cada seГ±or que mandaba a sus hombres, cada terreno del que venГan, era responsabilidad suya.
—Hay mucho de lo que hacerse responsable —susurrГі SofГa a Sienne, el gato del bosque ronroneaba mientras se frotaba contra las piernas de SofГa, enroscГЎndose a su alrededor con su impaciencia.
Cuando se marcharon de Ishjemme, ya habГa toda una flota de barcos, pero desde entonces mГЎs y mГЎs embarcaciones se les habГan unido, procedentes de las costas de Ishjemme o de las pequeГ±as islas que hay a lo largo del camino, incluso salidos del reino de la Viuda pues los que le eran leales venГan para unirse al ataque.
Ahora habГa muchos soldados con ella allГ. Tal vez los soldados suficientes como para ganar esta guerra. Los soldados suficientes como para borrar del mapa Ashton, si asГ lo elegГa ella.
—«Todo irá bien» —le mandó Lucas, evidentemente notando su intranquilidad.
—«MorirГЎ genteВ» —le mandГі de vuelta SofГa.
—«Pero están aquà porque asà lo eligieron» —respondió Lucas. Se acercó para ponerle una mano sobre el hombro—. «Hónralos no desperdiciando sus vidas, pero no restes importancia a lo que ofrecen conteniéndote».
—Creo que es una de esas cosas que es mГЎs fГЎcil decir que hacer —dijo SofГa en voz alta. AutomГЎticamente, alargГі el brazo hacia abajo para tocarle las orejas a Sienne.
—Posiblemente —confesГі Lucas. ParecГa preparado para la guerra de una manera en la que SofГa no lo parecГa, con una espada en un costado y unas pistolas preparadas en el cinturГіn. SofГa imaginaba que, allГ de pie, ella se veГa increГblemente redonda con el peso de su hijo aГєn por nacer, desarmada y sin protecciГіn.
—«Pero sà preparada» —le mandó Lucas. Hizo un gesto hacia la parte de atrás del barco—. Nuestros comandantes están a la espera.
MГЎs que nada, eso significaba sus primos y su tГo. Ellos sostenГan esto tanto como SofГa, pero tambiГ©n habГa otros hombres: jefes de clanes y seГ±ores menores, hombres duros que todavГa hacГan reverencias cuando SofГa se acercaba, su hermano y el gato del bosque a su lado.
—¿Estamos preparados? —preguntГі, mirando hacia su tГo e intentando parecer la reina que todos ellos necesitaban que fuera.
—TodavГa hay que tomar algunas decisiones —dijo Lars Skyddar—. Sabemos lo que intentamos conseguir, pero ahora debemos decidir los detalles.
—¿Qué es lo que hay que decidir? —preguntó su primo Ulf, en su habitual tono brusco—. Juntamos a los hombres, machacamos los muros con cañonazos y después vamos a la carga.
—Esto explica muchas cosas del modo en el que cazas —dijo Frig, la hermana de Ulf, con una sonrisa de lobo—. DeberГamos rodear la ciudad como una horca, asediГЎndola.
—Debemos estar preparados para un asedio —dijo Hans, cauteloso como siempre.
ParecГa que cada uno tenГa su propia idea acerca de cГіmo debГa ir, y una parte de SofГa deseaba poder mantenerse alejada de esto, dejar todo esto a mentes mГЎs sabias, con mГЎs conocimiento sobre la guerra. Pero sabГa que no podГa, y que los primos no dejarГan de discutir si les dejaba. Eso significaba que la Гєnica manera de hacerlo era elegir.
—¿Cuándo llegaremos a la ciudad? —preguntó, intentando pensar.
—Probablemente al anochecer —dijo su tГo.
—Entonces es demasiado tarde para un simple ataque —dijo, pensando en el tiempo que habГa pasado por la noche en la ciudad—. Conozco las calles de Ashton. Creedme, si intentamos cargar a travГ©s de ellas en la oscuridad, no acabarГЎ bien.
—Un asedio, entonces —dijo Hans, que parecГa satisfecho ante la expectativa, o quizГЎs solo porque su plan era el elegido.
SofГa negГі con la cabeza.
—Un asedio hace daГ±o a la gente equivocada y no ayuda a los adecuados. Las viejas murallas de la ciudad solo protegen la parte central de la ciudad, y no te quepa la menor duda de que la Viuda dejarГa morir de hambre a los mГЎs pobres para comer ella. Mientras tanto, cada momento que esperemos, SebastiГЎn estГЎ en peligro.
—Entonces ВїquГ©? —preguntГі su tГo—. ВїTienes un plan, SofГa?
—Echaremos el ancla delante de Ashton cuando lleguemos allà —dijo ella—. Les mandaremos mensajes para que se rindan.
—No lo harán —dijo Hans—. Aunque les ofrezcamos cuartos.
SofГa negГі con la cabeza. Eso ya lo sabГa.
—La Viuda no creerá que alguien tenga más piedad que ella. Pero la ilusión de que les estemos dando tiempo para rendirse nos hará ganar tiempo para que la mitad de nuestros hombres vayan hacia el lado de tierra de la ciudad. Tomarán los alrededores discretamente. La gente de allà no le tiene ningún cariño a la Viuda.
—¿Y al invasor s� —preguntó Lucas.
Esa era una buena pregunta, pero es que su hermano tenГa facilidad para hacer buenas preguntas.
—Eso espero —dijo SofГa—. Espero que recuerden quiГ©nes somos y cГіmo eran las cosas antes de la Viuda. —MirГі a Hans—. TГє estarГЎs al mando de las fuerzas allГ. Necesito a alguien que mantenga la disciplina con los soldados y que no asesine a la gente comГєn.
—Me encargarГ© de ello —le asegurГі Hans, y SofГa supo que lo harГa.
SofГa se dirigiГі a Ulf y a Frig.
—Vosotros dos llevarГ©is una pequeГ±a fuerza cerca de las puertas del rГo. Si los hombres que mandГ© consiguen entrar, se abrirГЎn. Vuestro trabajo serГЎ ayudarlos a resistir hasta que el resto podamos atacar. La flota principal desembarcarГЎ y avanzaremos bajo la protecciГіn de los caГ±ones de los barcos.
ParecГa un buen plan. Por lo menos, ella esperaba que lo fuera. La alternativa era que acababa de condenar a muerte a los hombres que comandaba.
—«Es un buen plan» —le mandó Lucas.
—«Solo espero que funcioneВ» —respondiГі SofГa.
Entonces se les uniГі una tercera voz, procedente del mar.
—«Lo hará. Me aseguraré de que asà sea».
SofГa se girГі y vio un pequeГ±o grupo de barcos que se acercaba. TenГan un aspecto lamentable, parecido a lo que los mercenarios o bandidos podrГan haber escogido. Pero era la voz de su hermana la que salГa de ellos.
—«¿Catalina? ¿Estás aqu�
—«Estoy aquГВ» —respondiГі Catalina—. В«Y me traje la compaГ±Гa libre mГЎs poco respetable que hay. Lord Cranston dice que serГЎ un honor para Г©l servirВ».
Ese pensamiento animГі a SofГa casi tanto como la presencia de su hermana allГ. No solo era por los hombres de mГЎs para la lucha, aunque ahora mismo SofГa tomarГa todo lo que pudiera. Era el hecho de que su hermana habГa vuelto con la compaГ±Гa de guerra de la que tanto le gustaba formar parte, y…
—«¿EstГЎ Will allГВ» —preguntГі SofГa.
—«SГВ» —respondiГі Catalina. SofГa podГa notar su felicidad—. В«Pronto nos veremos, hermana mГa. GuГЎrdame algunos enemigosВ».
—«Estoy segura de que habrá los habrá en abundancia».
—Catalina se estГЎ acercando —le dijo SofГa a Lucas.
—Lo sГ© —dijo su hermano—. SentГ sus pensamientos. Pensaba que tendrГamos que esperar a volver para encontrarnos por fin con ella.
—Y encontrar a nuestros padres despuГ©s de esto —dijo SofГa. SabГa que no deberГa estar pensando tan adelante todavГa. DebГa concentrase en la batalla que estaba por llegar, pero era casi imposible que sus pensamientos se mantuvieran allГ. Estaba demasiado ocupada pensando en todo lo que podrГa derivar de eso. RecuperarГa a SebastiГЎn. LiberarГa al pueblo de la Viuda del peso demoledor de su mandato. EncontrarГan a sus padres.
—Catalina estarГЎ tan ansiosa como nosotros lo estamos por encontrar a nuestros padres —dijo SofГa—. MГЎs aГєn. No estoy segura ni de que tenga recuerdos de ellos que la hagan seguir adelante.
—Pronto tendremos más que eso —dijo Lucas.
—Eso espero —respondiГі SofГa. Pero no podГa evitar preocuparse—. ВїLo tienes?
Lucas asintiГі, evidentemente sabГa a quГ© se referГa. SacГі el disco plano hecho de bandas de metal entrelazadas y, al tocarlo, unas lГneas brillantes y enredadas resplandecieron. Cuando SofГa tambiГ©n puso la mano sobre el metal, las partes del artilugio giraron hasta colocarse, dejando al descubierto el contorno de masas de tierra, desde el reino de la Viuda hasta formas remotas que podrГan ser las Colonias Lejanas y las Tierras de la Seda. Estaba tentadoramente cercano a decirles lo que necesitaban saber; pero no habГa nada que les dijera dГіnde podrГan estar ahora sus padres. SofГa imaginaba que eso llegarГa cuando Catalina se les uniera. AsГ lo esperaba.
—Guarda el artilugio en un lugar seguro —dijo SofГa—. Si lo perdemos…
Lucas asintiГі.
—Hasta ahora lo he protegido. Estoy más preocupado por manteneros a ti y a Catalina a salvo.
SofГa no habГa pensado en ello. Los tres estaban a punto de dirigirse al centro de una batalla. Si uno de ellos caГa en esa batalla, puede que nunca encontraran a sus padres. SerГa un doble golpe, perder la promesa de su padre y madre mientras se lamenta la muerte de un hermano o hermana.
—TГє tambiГ©n debes estar a salvo —dijo SofГa—. Y no lo digo solo porque quiero encontrar a nuestros padres.
—Lo sé —dijo Lucas—. Y haré todo lo que pueda. El Oficial Ko me hizo entrenar muy bien.
—Y Catalina aprendiГі muchas cosas de la bruja que intentГі reclamarla —dijo SofГa.
—Si sola es la mitad de letal de lo que fue cuando me maltratГі en el castillo, estarГЎ bien—dijo Lucas—. La cuestiГіn eres tГє, SofГa. SГ© que tienes a Sienne, pero ВїestarГЎs a salvo en medio de la batalla?
—No estarГ© en medio —prometiГі SofГa. Puso una mano protectora sobre su barriga—. Pero harГ© todo lo que tenga que hacer para asegurarme de que mi hijo tiene un padre.
—Lo tendrГЎ —dijo Lucas, y algo en la seguridad con la que lo decГa hizo que SofГa le mirara. Ella sabГa que ella habГa vislumbrado cosas en sus sueГ±os. Se preguntaba si Lucas tambiГ©n lo habГa hecho.
—¿Viste algo? —preguntГі SofГa.
Lucas negГі con la cabeza.
—Tengo algo de talento para ello, pero creo que tú tienes más. Lo que veo más que nada para mañana es sangre.
Eso era bastante fГЎcil de ver incluso sin la magia que les traГa sueГ±os a ambos. SofГa echГі de nuevo un vistazo y ahora habГa una costa en el horizonte, y una ciudad como una manchita situada en ella.
—Ashton —dijo SofГa. Le parecГa que hacГa una eternidad que no la veГa.
La ciudad se extendГa como una mancha en el paisaje, sus edificios viejos, su extensiГіn se prolongaba mГЎs allГЎ de sus muros. Parte de su flota ya estaba partiendo, Hans avanzaba para desembarcar a lo largo de la costa y tomar los alrededores.
El resto se acercaban mГЎs, ondeando banderas como seГ±al para coordinar sus movimientos. Echaron el ancla bien fuera del alcance de los caГ±ones y bajaron pequeГ±as barcas, llenos de mensajeros y de la peticiГіn de rendiciГіn. SofГa sabГa que Ulf y Frig estarГan preparando sus propias barquitas para acercarse a hurtadillas a la ciudad antes de que empezara la batalla, preparados para que se les abrieran las puertas del rГo.
SofГa veГa los barcos que esperaban allГ, dispuestos para la guerra en respuesta a los mensajes que les hubieran llegado. No bastaban para detener a una flota del tamaГ±o de la suya, no pegados a la orilla de esa manera. A medida que se iban acercando, SofГa oyГі cГіmo sonaban las trompetas, vio las hogueras que se encendГan como seГ±ales.
MirГі detrГЎs de todo esto hacia el palacio y el distrito noble. SebastiГЎn estaba allГ en algГєn lugar, retenido en una celda, a la espera de que ella lo rescatara.
—TodavГa podrГamos atacar, tal y como quiere el Primo Ulf —dijo Lucas.
SofГa mirГі al cielo. El sol ya se estaba escondiendo, mandando lenguas rojas por el horizonte. Tuvo que forzarse a negar con la cabeza. Era una de las cosas mГЎs difГciles que jamГЎs habГa hecho.
—No podemos arriesgarnos con un ataque nocturno —dijo—. Debemos ceñirnos al plan.
—Entonces atacamos al amanecer —dijo Lucas.
SofГa asintiГі. Al amanecer, todo estarГa resuelto. VerГan si ella recuperaba el reino de su familia, junto con el hombre que amaba, o si todos ellos estaban condenados a muerte.
—Atacamos al amanecer —dijo.
CAPГЌTULO CUATRO
La brisa marina corrГa por la cara de Catalina, que se sentГa verdaderamente libre por primera vez desde que podГa recordar. Ver cГіmo Ashton se acercaba en la distancia le traГa recuerdos de la vida que habГa tenido allГ mientras fue una de los Abandonados, pero esos recuerdos ya no la poseГan, y la rabia que traГan parecГa mГЎs un leve dolor que algo reciente.
SintiГі que Lord Cranston se acercaba antes de que llegara a ella. Hasta ahГ sus poderes habГan vuelto. Esto sГ que era suyo, no era nada que Siobhan o su fuente le hubieran dado.
—Atacaremos al amanecer, mi señor —dijo, girándose.
Lord Cranston sonriГі al oГrlo.
—La hora de costumbre para esto, aunque no hace falta que me llames eso ahora, Catalina. Somos nosotros los que hemos jurado servirle, su alteza.
Su alteza. Catalina sospechaba que nunca se acostumbrarГa a que le llamaran eso. Especialmente no por un hombre que habГa sido uno de los primeros en hacerle un lugar en el mundo en el que encajaba.
—Y, en serio, no hace falta que me llame eso —replicó Catalina.
Sorprendentemente, Lord Cranston consiguiГі hacer una elegante reverencia cortesana.
—Es quien eres ahora, pero de acuerdo, Catalina. ¿Haremos como que estamos de nuevo en el campamento y yo te estoy enseñando táctica?
—Sospecho que todavГa tengo mucho que aprender —dijo Catalina. Dudaba que hubiera aprendido ni la mitad de lo que Lord Cranston podГa enseГ±ar durante el tiempo que formГі parte de su compaГ±Гa.
—Oh, sin duda, —dijo Lord Cranston— ahà va una lección. Dime, en la historia de Ashton, ¿cómo ha sido tomada?
Catalina pensГі. Era algo que no habГa visto todavГa en sus clases.
—No lo sé —confesó.
—Lo ha sido por traición —dijo Lord Cranston, contando las opciones con los dedos—. Lo ha sido ganando el resto del reino, de modo que no tiene sentido resistirse. En un pasado remoto se ha hecho con magia.
—¿Y por la fuerza? —preguntó Catalina.
Lord Cranston negГі con la cabeza.
—Aunque, evidentemente, los cañones pueden cambiarlo.
—Mi hermana tiene un plan —dijo Catalina.
—Y parece bien hecho —dijo Lord Cranston—, pero ¿qué sucede con los planes en las batallas?
Eso, al menos, Catalina lo sabГa.
—Se van al traste. —EncogiГі los hombros—. Entonces hacemos bien en tener las mejores compaГ±Гas libres trabajando para nosotros para llenar los agujeros.
—Y hacemos bien en tener a la chica que puede reunir neblinas y moverse más rápido de lo que cualquier hombre puede ir —respondió Lord Cranston.
Catalina debiГі dudar uno o dos instantes de mГЎs en responder.
—¿Qué sucede? —preguntó Lord Cranston.
—RompГ con la bruja que me daba ese poder —dijo—. Yo… no sГ© lo que queda. TodavГa tengo una habilidad para leer mentes, pero la velocidad, la fuerza, se han ido. Supongo que esa clase de magia tambiГ©n.
TodavГa conocГa la teorГa, todavГa tenГa esa sensaciГіn en su interior, pero daba la sensaciГіn que los caminos hacia ella estaban totalmente quemados por la pГ©rdida de conexiГіn con la fuente de Siobhan. Al parecer, todas las cosas tenГan su precio y este estaba dispuesta a pagarlo.
Al menos, si esto no les costaba a todos la vida.
Lord Cranston asintiГі con la cabeza.
—Entiendo. ВїTodavГa sabes usar una espada?
—No estoy… segura —confesГі Catalina. Eso habГa sido algo que habГa aprendido a cargo de Siobhan, al fin y al cabo, pero los recuerdos de su entrenamiento todavГa estaban allГ, todavГa recientes. Se habГa ganado lo que sabГa mediante dГas de “morir” a manos de los espГritus, una y otra vez.
—Entonces, sinceramente, pienso que deberГamos averiguarlo antes de una batalla, Вїno crees? —sugiriГі Lord Cranston. Dio un paso atrГЎs e hizo la reverencia formal de un duelista, mirando detenidamente a Catalina, y desenfundГі su espada con un silbido de metal.
—¿Con espadas de verdad? —dijo Catalina—. ¿Y si no tengo el control? ¿Y si…?
—La vida está llena de y sis —dijo Lord Cranston—. La batalla aún más. No te pondré a prueba con una espada de entrenamiento para después ver que tu habilidad se desmorona cuando existe un peligro real.
AГєn asГ, esta parecГa una manera peligrosa de probar sus habilidades. No querГa hacer daГ±o a Lord Cranston por accidente.
—Desenfunda tu espada, Catalina —dijo.
Lo hizo a regaГ±adientes, encajando cuidadosamente el sable en su mano. HabГa restos de las runas grabadas en la espada donde Siobhan las habГa trabajado, pero ahora estaban apagadas, apenas estaban allГ a no ser que les diera la luz. Catalina se puso en guardia.
Lord Cranston dio una estocada enseguida, con toda la destreza y violencia de un hombre mГЎs joven. Catalina lo esquivГі a tiempo por poco.
—Te lo dije —dijo—. No tengo ni la fuerza ni la velocidad que tenГa.
—Entonces debes encontrar una manera de compensarlo —dijo Lord Cranston, e inmediatamente lanzó otra estocada hacia su cabeza—. La guerra no es justa. A la guerra no le importa si eres débil. Lo único que le importa es si ganas.
Catalina se retirГі, cortando un ГЎngulo para evitar que la obligara a retroceder contra la borda del barco. Ella esquivaba una y otra vez, intentando protegerse del ataque.
—¿Por quГ© te estГЎs reprimiendo? —exigiГі Lord Cranston—. TodavГa puedes ver todas las intenciones de ataque, Вїverdad? TodavГa conoces todos los movimientos que pueden hacerse con una espada, Вїno es asГ? Si hago la finta de Rensburg, tГє sabes que la respuesta es…
Hizo una compleja finta doble. AutomГЎticamente, Catalina avanzГі para encontrarse con la espada de Г©l a medio camino.
—¿Ves como los conoces? —espetó Lord Cranston—. ¡Ahora lucha, joder!
AtacГі con tanta fiereza que Catalina no tuvo otra opciГіn que contraatacar con toda su destreza. Observaba sus pensamientos tanto como podГa, para ver los titileos de los siguientes movimientos y los patrones de ataque. Su cuerpo no tenГa la velocidad de antes, pero todavГa sabГa quГ© hacer, colocando la espada donde hacГa falta, golpeando y bloqueando, retirГЎndose y haciendo presiГіn.
Catalina tomГі la espada de Lord Cranston y sintiГі la mГЎs leve de las debilidades en la presiГіn cuando Г©l la entregГі. Dio vueltas dentro de aquel lГo, ejerciendo mГЎs presiГіn, y la espada de Г©l cayГі sobre la cubierta del barco repiqueteando. Ella levantГі su espada hacia el cuello de Г©l… y consiguiГі detenerla a un pelo de su piel.
Г‰l le sonriГі.
—Bien, Catalina. Excelente. ¿Lo ves? No necesitas los trucos de ninguna bruja. Eres tú la que ha aprendido esto y eres tú la que hará pedazos al enemigo.
Entonces Г©l estrechГі la mano a Catalina, muГ±eca a muГ±eca, y Catalina se sorprendiГі al oГr aplausos de la parte de abajo del barco. Al girarse vio a otros miembros de la compaГ±Гa allГ, mirando como si Lord Cranston y ella fueran actores que estaban allГ para entretenerlos. Will estaba con ellos y parecГa tan aliviado como feliz. Catalina bajГі corriendo las escaleras desde la cubierta de mando en su direcciГіn y lo besГі cuando llegГі a Г©l.
Evidentemente, a eso le siguiГі otro tipo de vГtores y Catalina se apartГі sonrojada.
—Ya está bien, perros perezosos —gritó Lord Cranston mirando hacia abajo—. ¡Si tenéis tiempo para miradas lujuriosas, tenéis tiempo para trabajar!
Los hombres que los rodeaban se quejaron y continuaron con sus preparaciones para la batalla. Aun asГ, el momento habГa pasado y Catalina no querГa arriesgarse a besar de nuevo a Will por si alguno todavГa estaba mirando.
—Estaba muy preocupado por ti —dijo Will, haciendo una seГ±al con la cabeza hacia donde estaba Lord Cranston—. Cuando estabais luchando, parecГa que realmente querГa matarte.
—Era lo que yo necesitaba —dijo Catalina encogiendo los hombros. No estaba segura de poder explicГЎrselo a Will. Г‰l se habГa unido a la compaГ±Гa de Lord Cranston, pero siempre parecГa que una parte de Г©l querГa volver, para trabajar en la forja de su padre. SE habГa unido para tener una oportunidad de ver el mundo, una oportunidad de ir a algГєn otro lugar.
Para Catalina era diferente. Ella necesitaba meterse en los lugares donde las cosas no parecГan seguras, o era ella la que no estaba segura de sentirse viva. TenГa la sensaciГіn de que no podГa lidiar con los extremos del mundo a no ser que saliera a hacerlo. Lord Cranston lo habГa comprendido y la habГa metido en el lugar donde realmente habГa podido probarlo por sГ misma.
—Aun asà —dijo Will—, pensaba que habrГa sangre sobre cubierta antes de que acabara.
—Pero no la hubo —dijo Catalina. Lo abrazГі, sencillamente porque querГa hacerlo. Deseaba que en el barco hubiera la suficiente intimidad para mГЎs que eso—. Eso es lo importante.
—Y estuviste increГble allГЎ arriba —confesГі Will—. Tal vez no deberГamos molestarnos en atacar maГ±ana, sencillamente te mandamos a ti para que luches con todos uno por uno.
Catalina sonriГі al pensarlo.
—Creo que podrГa ser un poco cansado despuГ©s de unos cuantos. AdemГЎs, ВїquerrГas perderte la acciГіn?
Vio que Will apartaba la vista.
—¿Qué sucede? —preguntó, resistiendo el deseo de leerle los pensamientos para descubrirlo.
—¿Sinceramente? Tengo miedo —dijo—. No importa las batallas en las que luchemos, nunca parece volverse mГЎs fГЎcil. Tengo miedo por mГ, por mis amigos, por si mis padres puedan verse atrapados en todo esto… y tengo miedo por ti.
—Creo que acabamos de averiguar que no tienes por qué preocuparte por mà —dijo Catalina.
—Ya sé que eres mejor que nadie con una espada —le dio la razón Will—, pero aun asà me preocupo. ¿Y si hay una espada que no ves? ¿Y si hay un disparo de mosquete fortuito? La guerra es caos.
Lo era, pero esa era la parte que a Catalina le gustaba. HabГa algo en estar en el centro de una batalla que tenГa sentido de un modo que el resto del mundo a veces no lo tenГa. Pero no lo dijo.
—Todo irГЎ bien —dijo, en cambio—. Yo estarГ© bien. TГє estarГЎs trabajando en la artillerГa, no en el corazГіn de ningГєn ataque. SofГa nunca permitirГa que su gente saqueara o atacara a la gente comГєn, asГ que tus padres estarГЎn a salvo. Todo irГЎ bien.
—Pero… cuГdate —dijo Will—. Hay muchas cosas que quiero tener tiempo para decirte, y para hacer contigo, y…
—Tendremos tiempo para todas —prometiГі Catalina—. Ahora deberГas irte. Sabes que Lord Cranston se enoja si te distraigo de tus obligaciones durante mucho tiempo.
Will asintiГі y parecГa que podrГa besarla de nuevo, pero no lo hizo. Otra cosa que deberГa esperar hasta despuГ©s de la batalla. Catalina observaba cГіmo se iba, extendiendo lo que quedaba de su talento para pillar los pensamientos y los sentimientos de los soldados que allГ habГa.
PodГa sentir sus miedos y preocupaciones. Cada uno de los hombres que estaban allГ sabГa que el mundo estallarГa en violencia llegado el amanecer y la mayorГa se preguntaba si superarГan este caos sanos y salvos. Algunos pensaban en los amigos, otros en las familias. Algunos revisaban una posibilidad tras otra, como si pensar en el peligro que se acercaba evitarГa que pasara.
Catalina estaba deseando que llegara. En la batalla, el mundo tenГa algo de sentido.
—MaГ±ana matarГ© a las que hicieron daГ±o a mi familia —prometió—. Me abrirГ© camino entre ellos a golpes de espada y tomarГ© el trono para SofГa.
Al dГa siguiente, entrarГan en Ashton y recuperarГan todo lo que se suponГa que era suyo.
CAPГЌTULO CINCO
Desde los escalones del templo de la Diosa Enmascarada, de pie preparado en su cima mientras esperaba a que empezara el funeral de su madre, Ruperto observaba la puesta de sol. Se extendГa en tonalidades de rojo, tintes que le recordaban demasiado la sangre que habГa derramado. Esto no deberГa molestarle. Г‰l era mГЎs fuerte que eso, era mucho mejor que eso. Aun asГ, cada vez que se miraba las manos le venГan recuerdos del modo en el que la sangre de su madre las habГa manchado, cada momento de silencio le traГa de vuelta el recuerdo de sus jadeos mientras la apuГ±alaba.
—¡Tú! —dijo Ruperto, señalando a uno de los presagiadores y sacerdotes menores que se amontonaban alrededor de la entrada—. ¿Qué augura esta puesta de sol?
—Sangre, su alteza. Una puesta de sol asà significa sangre.
Ruperto dio medio paso adelante, con la intenciГіn de golpear al hombre por su descaro, pero Angelica estaba allГ para cogerlo, le acariciГі la piel con la mano en una promesa que Г©l deseaba que hubiera mГЎs tiempo para cumplir.
—Ignóralo —dijo—. No sabe nada. De hecho, nadie sabe nada, a no ser que tú se lo digas.
—Dijo sangre —se quejГі Ruperto. La sangre de su madre. Ese dolor titilaba en su interior. HabГa perdido a su madre, esa pena casi le sorprendГa. Г‰l esperaba no sentir nada que no fuera alivio por su muerte, o tal vez alegrГa de que el trono por fin fuera suyo. En cambio… Ruperto se sentГa roto por dentro, vacГo y culpable de una manera que nunca antes habГa sentido.
—Naturalmente que dijo sangre —respondiГі Angelica—. MaГ±ana va a haber una batalla. Cualquier imbГ©cil podrГa ver sangre en una puesta de sol con los barcos enemigos amarrados mar adentro.
—Muchos lo han hecho —dijo Ruperto. SeГ±alГі hacia otro hombre, un presagiador que parecГa estar usando un complejo aparato parecido a un reloj para garabatear cГЎlculos sobre un trozo de pergamino—. ВЎTГє, dime cГіmo irГЎ la batalla maГ±ana!
El hombre alzГі la vista, con una mirada aterrorizada.
—Las señales no son buenas para el reino, su majestad. Los engranajes…
Esta vez, Ruperto sГ que lo golpeГі y tirГі al hombre al suelo de una patada. Si Angelica no hubiera estado allГ para apartarlo, Г©l podrГa haber continuado dГЎndole patadas hasta que no quedara mГЎs que un montГіn de huesos rotos.
—Considera cГіmo se verГa el hacer esto en un funeral —dijo Angelica.
Eso, por lo menos, bastГі para que Ruperto se contuviera.
—No entiendo por quГ© los sacerdotes permiten que gente de esta calaГ±a estГ©n en los escalones de su templo. Pensaba que lo que hacГan era matar brujas.
—QuizГЎ sea una seГ±al de que no tienen ningГєn talento —sugiriГі Angelica—, y de que no deberГas escucharlos.
—QuizГЎ —dijo Ruperto, pero habГa habido otros. Al parecer, todo el mundo tenГa una opiniГіn acerca de la batalla que se acercaba. HabГa habido suficientes presagiadores en palacio, tanto reales como simplemente nobles a los que les gustaba adivinar con las puestas de sol o el vuelo de los pГЎjaros.
Pero ahora mismo, este funeral, el funeral de su madre, era lo Гєnico que importaba.
Al parecer, habГa quien no lo entendГa.
—¡Su alteza, su alteza!
Ruperto se girГі rГЎpidamente hacia el hombre que venГa corriendo. Llevaba el uniforme de un soldado e hizo una gran reverencia.
—La forma correcta de dirigirse a un rey es su majestad —dijo Ruperto.
—Su majestad, discúlpeme —dijo el hombre. Se levantó de su reverencia—. ¡Pero tengo un mensaje urgente!
—¿De qué se trata? —exigió Ruperto—. ¿No ves que voy a asistir al funeral de mi madre?
—Discúlpeme, su… majestad —dijo el hombre, evidentemente reprimiéndose a tiempo—. Pero nuestros generales solicitan su presencia.
Claro que lo hacГan. Unos estГєpidos que no habГan visto la ruta para derrotar al Nuevo EjГ©rcito ahora querГan ganarse su favor demostrГЎndole que tenГan muchas ideas para lidiar con la ameneza de que habГa llegado hasta ellos.
—Vendré, o no, después del funeral —dijo Ruperto.
—Dijeron que recalcara la importancia de la amenaza —dijo el hombre, como si esas palabras de alguna manera hicieran que Ruperto se pusiera en acción. O, de alguna manera, obedeciera.
—Yo decidirГ© su importancia —dijo Ruperto. Por el momento, nada parecГa importante en comparaciГіn con el funeral que estaba a punto de tener lugar. Por Г©l, ya podГa arder Ashton; Г©l iba a enterrar a su madre.
—SГ, su majestad, pero…
Ruperto detuvo al hombre con una mirada.
—Los generales quieren hacer como que todo debe suceder ahora —dijo—. Que sin mà no existe ningún plan. Que me necesitan para defender la ciudad. Yo tengo una respuesta para ellos: hagan sus trabajos.
—¿Su majestad? —dijo el mensajero, en un tono que a Ruperto le hacГa querer darle un puГ±etazo.
—hagan sus trabajos, soldado —dijo—. Estos hombres aseguran ser nuestros mejores generales, ¿pero no pueden organizar la defensa de una ciudad? Diles que iré hasta ellos cuando esté preparado para hacerlo. Mientras tanto, que se encarguen ellos. Ahora márchate, antes de que pierda los nervios.
El hombre dudГі por un momento y, a continuaciГіn, hizo otra reverencia.
—SГ, su majestad.
SaliГі a toda prisa. Ruperto observГі cГіmo se marchaba y, a continuaciГіn, se dirigiГі de nuevo a Angelica.
—Estás muy callada —dijo. Su expresión era perfectamente neutral—. ¿Tampoco estás de acuerdo con que entierre a mi madre?
Angelica le puso una mano sobre el brazo.
—Creo que si tienes que hacerlo, debes hacerlo, pero tampoco podemos desatender los peligros.
—¿Qué peligros? —exigió Ruperto—. Tenemos generales, ¿verdad?
—Generales de una docena de fuerzas diferentes agrupados para formar un ejército —puntualizó Angelica—. Ni tan solo dos de ellos se pondrán de acuerdo sobre quién es el responsable sin que nadie esté allà para preparar una estrategia general. Nuestra flota está demasiado cerca de la ciudad, nuestras murallas son reliquias en lugar de defensas y nuestro enemigo es peligroso.
—Cuidado —le advirtiГі Ruperto. Su pena lo rodeaba como un puГ±o, y el Гєnico modo que Ruperto conocГa para rsaccionar a Г©l era con rabia.
Angelica se adelantГі para besarlo.
—Yo tengo cuidado, mi amor, es decir, mi rey. Nos tomaremos el tiempo para hacerlo, pero pronto, tendrás que darles instrucciones, y asà tendrás un reino que gobernar.
—Por mà puede arder —dijo Ruperto por instinto—. Por mà puede arder todo.
—Puede que ahora digas esto —dijo Angelica—, pero pronto, lo desearás. Y entonces, bueno, existe el peligro de que no te permitan tenerlo.
—¿Qué me permitan tener mi corona? —dijo Ruperto—. ¡Yo soy el rey!
—TГє eres el heredero —dijo Angelica—, y te hemos construido apoyo en la Asamblea de los Nobles, pero ese apoyo podrГa debilitarse si no vas con cuidado. Los generales a los que estГЎs ignorando se preguntarГЎn si deberГa gobernar uno de ellos. Los nobles se harГЎn preguntas acerca de un rey que pone su propio dolor antes que la seguridad de ellos.
—¿Y tú, Angelica? —preguntó Ruperto—. ¿Qué piensas tú? ¿Eres leal?
Se llevГі los dedos a la empuГ±adura de un cuchillo casi de forma automГЎtica, sintiendo su presencia reconfortante. Angelica los tapГі.
—Pienso que he escogido mi lugar en esto —dijo— y es a tu lado. He mandado a alguien para que se encargue de parte de la amenaza de la flota. Si una muerte puede frenarnos a nosotros, puede frenarlos a ellos con la misma facilidad. Más tarde, podemos hacer todo lo que se tenga que hacer juntos.
—Juntos —dijo Ruperto, cogiéndole la mano a Angelica.
—¿Estás preparado? —le preguntó Angelica.
Ruperto asintiГі, a pesar de que ahora mismo el dolor que habГa en su interior era demasiado grande como para ni tan solo estar reprimido. Nunca estarГa preparado para el momento de dejar marchar a su madre.
Entraron juntos al templo. Lo habГan preparado para un funeral de estado con una prisa que parecГa casi improcedente, unas ricas cortinas con tonalidades oscuras llenaban el espacio de dentro, cortado por todas partes por la cimera real. Los bancos estaban llenos de plaГ±ideras, todos los nobles de Ashton y de kilГіmetros a la redonda habГan acudido, junto con comerciantes y soldados, el clero y demГЎs. Ruperto se habГa asegurado de ello.
—Todos están aquà —dijo, mirando alrededor.
—Todos los que vinieron —respondió Angelica.
—Los que no lo hicieron son traidores —espetó Ruperto en respuesta—. Haré que los maten.
—Por supuesto —dijo Angelica—. Pero después de la invasión.
Era extraГ±o que hubiera encontrado a alguien tan dispuesto a estar de acuerdo con todas las cosas que habГa que hacer. A su manera, hermosa e inteligente, era tan despiadada como lo era Г©l. TambiГ©n estaba allГ para esto, a su lado, y conseguГa que incluso el negro del funeral pareciera precioso, estaba allГ para apoyar a Ruperto mientras hacia su camino a travГ©s del templo, hacia el lugar donde se encontraba el ataГєd de su madre, con la corona colocada encima, a la espera del sepelio.
Un coro empezГі a cantar un rГ©quiem mientras se dirigГan hacia allГ y la suma sacerdotisa rezaba a la diosa con un tono monГіtono. Nada de esto era original. No habГa habido tiempo para eso. Aun asГ, cuando todo esto hubiera acabado Ruperto contratarГa a un compositor. LevantarГa estatuas en honor a su madre. HarГa…
—Hemos llegado, Ruperto —dijo Angelica, guiГЎndolo hasta su asiento en la fila de delante. AllГ habГa espacio de sobra, a pesar de que el edificio estaba abarrotado. QuizГЎ los guardas que estaban allГ para hacer que se cumpliera tenГan algo que ver con eso.
—Nos hemos reunido para dar testimonio del deceso de una gran personalidad entre nosotros —dijo la sacerdotisa en un tono monГіtono mientras Ruperto ocupaba su lugar—. La Reina Viuda MarГa de la Casa Flamberg se ha ido detrГЎs de la mГЎscara de la muerte, a los brazos de la diosa. Lamentamos su deceso.
Ruperto lo lamentaba, la pena crecГa en su interior mientras la sacerdotisa hablaba sobre la gran gobernante que habГa sido su madre, lo importante que habГa sido su papel en la unidad del reino. La vieja sacerdotisa dio un largo sermГіn acerca de las virtudes que se encuentran en los textos sagrados de las que su madre habГa sido un ejemplo y, a continuaciГіn, algunos hombres y algunas mujeres subieron a hablar sobre su grandeza, su amabilidad, su humildad.
—Parece que estén hablando de otra persona —le susurró Ruperto a Angelica.
—Es lo que se espera que digan en un funeral —respondió ella.
Ruperto negГі con la cabeza.
—No, esto no es asГ. No es asГ para nada.
Se levantГі y se dirigiГі a la parte delantera del templo, sin importarle que todavГa habГa un seГ±or ocupado dando vueltas a aquella vez que se habГa encontrado con la Reina Viuda en un elogio fГєnebre. El hombre retrocediГі al acercarse Ruperto y se quedГі callado.
—EstГЎis diciendo tonterГas —dijo Ruperto, la voz le salГa con facilidad—. ВЎEstГЎis hablando de mi madre e ignorГЎis cГіmo era realmente! ВїDecГs que era buena, amable y generosa? ВЎNo era ninguna de estas cosas! Era severa. Era despiadada. PodГa ser cruel. —Hizo un movimiento circular con la mano—. ВїHay alguien aquГ a quien no hiciera daГ±o? A mГ me hizo daГ±o a menudo. Me trataba como si apenas fuera digno de ser su hijo.
PodГa oГr los susurros entre los que estaban allГ. Ya podГan susurrar. Ahora Г©l era su rey. Lo que ellos pensaran no importaba.
—Pero fue fuerte, sin embargo —dijo Ruperto—. Es gracias a ella que tenГ©is un paГs. Gracias a ella los traidores de esta tierra han sido expulsados y su magia reprimida.
Le vino un pensamiento.
—Yo seré igual de fuerte. Haré lo que haga falta.
Andando a largos pasos, se dirigiГі al ataГєd y levantГі la corona. PensГі en lo que Angelica habГa dicho acerca de la Asamblea de los Nobles y de que Ruperto no necesitaba en absoluto su permiso. La cogiГі y se la colocГі en la frente, ignorando los susurros de los que estaban allГ.
—Enterraremos a mi madre como la persona que fue —dijo Ruperto—, ¡no según vuestras mentiras! ¡Os lo ordeno como vuestro rey!
Entonces Angelica se levantГі, fue corriendo hacia Г©l y le tomГі la mano.
—Ruperto, ¿estás bien?
—Estoy bien —replicó. Le vino otro impulso y miró a la multitud—. Todos conocéis a Milady d’Angelica —dijo Ruperto—. Bien, tenemos que anunciaros algo. Esta noche la tomaré como mi esposa. Todos vosotros estáis obligados a asistir. Quien no lo haga será colgado por ello.
Esta vez no hubo susurros. Tal vez ya no podГan sorprenderse. Tal vez ya habГan pasado por todo esto. Ruperto fue hasta el ataГєd.
—Bueno, Madre —dijo—. Tengo tu corona. Voy a casarme y, mañana, voy a salvar tu reino. Te basta con esto, ¿verdad?
Una parte de Ruperto esperaba alguna respuesta, alguna seГ±al. No hubo nada. Nada excepto el silencio de la multitud que observaba, y de la profunda culpa que todavГa se arrastraba en su interior.
CAPГЌTULO SEIS
Desde el balcГіn de una casa de Carrick, el Maestro de los Cuervos observaba cГіmo se reunГan sus ejГ©rcitos, vigilando a travГ©s de los ojos de sus criaturas. SonreГa para sГ mismo mientras lo hacГa y una sensaciГіn de satisfacciГіn se apoderaba de Г©l.
—Las piezas están en su lugar —dijo, mientras sus cuervos le mostrabas cómo se iban reuniendo los barcos y los soldados se apresuraban a construir barricadas—. Ahora vamos a ver cómo caen.
El atardecer sangriento coincidГa con su estado de ГЎnimo de hoy, como hacГan los gritos procedentes del patio de debajo de su balcГіn. Las ejecuciones del dГa proseguГan sin cesar: dos hombres atrapados intentando desertar, un ladrГіn potencial, una mujer que habГa apuГ±alado a su marido. Estaban atados a unos postes mientras los ejecutores se hacГan con unas espadas y cuerda para estrangular.
Los cuervos se les echaron encima. Probablemente habГa quien pensaba que Г©l disfrutaba la violencia de momentos como estos. Lo cierto era que a Г©l solo le importaba el poder que esas muertes traГan a travГ©s de sus animalitos, fuera como fuera.
El Maestro de los Cuervos echГі un vistazo a los comandantes que esperaban sus instrucciones, para ver si alguno se encogГa de miedo o apartaba la mirada de las escenas de allГЎ abajo. La mayorГa no lo hicieron, porque habГan aprendido lo que se esperaba de ellos. Pero un oficial mГЎs joven tragГі saliva mientras miraba. Seguramente tendrГa que vigilarlo.
Durante uno o dos instantes, el Maestro de los Cuervos dirigiГі de nuevo su atenciГіn a las criaturas que daban vueltas por encima de Ashton. Mientras giraban y daban vueltas, le mostraban la envergadura de la flota que avanzaba, la fuerza que se dividГa y que buscaba desembarcar mГЎs arriba en la costa. Un grajo que habГa sobre una muralla de la ciudad le mostrГі un grupo de hombres de Ishjemme vestidos con ropa de comerciantes que abrГan un cofre de armas escondido al lado del rГo. Un cuervo que estaba cerca del cementerio de la ciudad oyГі que unos hombres hablaban de retirarse cuando llegara el ataque, dejando que los nobles se las arreglaran solos.
Esta parecГa una combinaciГіn que podrГa dejar a sus animalitos hambrientos. Г‰l no podГa tener eso.
—Tenemos un trabajo con el que cumplir —dijo a los hombres que esperaban mientras dirigГa de nuevo su atenciГіn hacia sГ mismo—. Seguidme.
Marcaba el camino a travГ©s de la casa, dando por sentado que los otros le seguirГan. Los sirvientes se apartaban a toda prisa, pues no deseaban encontrarse en el camino de tantos hombres poderosos mientras bajaban. El Maestro de los Cuervos podГa sentir su resentimiento y su miedo, pero no importaba. Solo era la consecuencia inevitable de gobernar.
En el patio, los gritos se habГan disipado en el silencio que solo la muerte puede traer. Incluso las criaturas vivas mГЎs silenciosas tenГan el suave ruido de la respiraciГіn, el agitado golpeteo de un corazГіn. Ahora, solo el graznido de los cuervos rompГa el silencio mientras los cuerpos colgaban flГЎcidos contra sus postes.
—Debe mantenerse el orden —dijo el Maestro de los Cuervos, mirando hacia el oficial que habГa mostrado un destello de desagrado—. Somos una mГЎquina de muchas partes, y cada una debe ejercer su papel. Ahora que han traspasado todos sus lГmites, el papel de estos tres es alimentar a los pГЎjaros carroГ±eros.
Ahora volaban hacia abajo en grandes cantidades y se posaban encima de los todavГa recientes cadГЎveres mientras empezaban a darse el festГn. El Maestro de los Cuervos ya podГa sentir que el poder empezaba a fluir de las muertes a su bandada, junto con los centenares que se extendГan por el imperio del Nuevo EjГ©rcito en cualquier momento. Incluso habГa algunos de sus pГЎjaros alimentГЎndose en el reino de la Viuda.
—Ha llegado el momento de que esto vaya a nuestro favor —dijo, haciendo uso de ese poder y trazando los resquicios de consecuencia dentro de su mente. Cada uno representaba una posibilidad, una opciГіn. El Maestro de los Cuervos no tenГa ninguna manera de saber cuГЎl sucederГa; Г©l no era la mujer de la fuente u otro de los verdaderos videntes. Sin embargo, podГa ver lo suficiente para saber dГіnde ejercer influencia. DГіnde apretar para conseguir los efectos que deseaba.
ContactГі con los pГЎjaros que aleteaban alrededor de Ashton. Su mente buscaba los lugares donde unas palabras bien situadas podrГan hacer el mГЎximo, y cГіrvidos de todas clases bajaron del cielo para graznarlas.
Un cuervo se posГі cerca del comandante que estaba a cargo de la vigilancia de la ciudad de Ashton y lo mirГі fijamente con sus ojos negros.
—NorteГ±os en el rГo —graznГі cuando el Maestro de los Cuervos pronunció—. NorteГ±os en el rГo, vestidos de comerciantes.
No esperГі a ver la conmociГіn del hombre mientras intentaba buscar el sentido a lo que estaba sucediendo. En su lugar, el Maestro de los Cuervos cambiГі su atenciГіn hacia un grajo que habГa en el cementerio e hizo que se posara encima de una lГЎpida cerca de los conspiradores en potencia que planeaban huir.
—Sed valientes —graznó su pájaro—. Os vigilan.
Para compensarlo, mandГі otro pГЎjaro a un hombre que estaba al lado de una de las murallas principales e hizo que graznara un augurio de muerte. Sembraba valor y cobardГa, decГa verdades y contaba mentiras, entrelazГЎndolas en un hechizo de cosas conocidas y medio conocidas.
No todos los pГЎjaros salГan victoriosos. MandГі a un mirlo volando en direcciГіn a la ventana del PrГncipe Ruperto y se encontrГі con que tenГa unas rejas. MandГі a un cuerpo volando hacia los barcos que esperaban en el puerto, volando en cГrculo cada vez mГЎs bajo por encima del buque insignia de Ishjemme, y un hombre que miraba hacia arriba llamГі su atenciГіn. El Maestro de los Cuervos conocГa a ese hombre. Era el que le habГa clavado una espada en Ishjemme. Ahora miraba fijamente al pГЎjaro y se llevГі la mano al cinturГіn, del que sacГі pistola tan rГЎpido que casi no parecГa humana…
—¡Maldita sea! —gruñó el Maestro de los Cuervos mientras apartaba de golpe su atención del pájaro justo a tiempo.
Se olvidГі de la flota. En su lugar, concentrГі su atenciГіn en la ciudad, donde encontrГі pequeГ±as cosas que podrГan dar valor a los hombres o quitГЎrselo, que podrГan avivar su rabia o volverlos descuidados. Hizo que una urraca le robara el anillo de casado a una mujer mientras estaba lavaba unos vasos y que lo tirara a los pies del soldado con el que estaba casada. Sin ninguna duda el hombre pasarГa la batalla preguntГЎndose por quГ© no estaba en su dedo, y si Г©l deberГa estar en casa. Hizo que un cuervo levantara una vela encendida y la tirara a un grupo de edificios abandonados por donde las llamas treparГan.
—Dejémoslos que elijan si quieren salvar sus casas de los invasores o del fuego —dijo.
Unos cien pГЎjaros mГЎs salieron con otros encargos, cada uno de ellos llevГЎndose un destello de poder, pero cada uno de ellos era una inversiГіn en el caos que derivarГa de ello. Algunos hablaban con los soldados, otros con los hombres y mujeres que Г©l habГa enviado para este momento, que estaban allГ para contar historias de los horrores de Ishjemme a aquellos que escuchaban, o insinuar una rebeliГіn violenta contra el linaje de la Viuda, o ambas cosas.
El Maestro de los Cuervos tomГі una batalla que deberГa haber sido una victoria fГЎcil para los invasores y la transformГі en algo mГЎs complejo, peligroso y mortГfero.
Para cuando volviГі a sГ mismo, estaba sonriendo por lo que habГa conseguido. Los hombres pensaban en las grandes obras de la magia y pensaban en sГmbolos y libros antiguos, pero Г©l habГa conseguido algo mucho mГЎs grande, con mucho menos. EchГі un vistazo a sus oficiales, que observaban todavГa con miradas obedientes a los cuervos que mordisqueaban a los muertos.
—Mañana el enemigo tendrá su batalla por Ashton —dijo—. Será violenta, con muchos muertos en todos los bandos.
No podГa evitar sentir un punto de satisfacciГіn en ello. Al fin y al cabo, Г©l era la principal razГіn de que murieran tantos.
—¿Cuándo atacamos, mi señor? —preguntó uno de los comandantes de su flota—. ¿Tiene órdenes para nosotros?
—¿Estás ansioso por atacar? —preguntó el Maestro de los Cuervos.
—Lo estoy, mi seГ±or —dijo el hombre. Se golpeГі la mano con el puГ±o—. Quiero aplastarlos por la humillaciГіn que causaron la Гєltima vez que estuvieron por aquГ.
—Yo también —dijo un general—. Quiero que sepan que el Nuevo Ejército es más fuerte.
Le siguiГі un coro de asentimiento, cada hombre parecГa esforzarse mГЎs que el Гєltimo por demostrar lo comprometido que estaba en reparar los fracasos del ataque al reino de la Viuda. Tal vez se trataba de eso. QuizГЎ cada uno de ellos deseaba demostrar que podГan ser mejores. QuizГЎ pensaban que se jugaban el pellejo si fracasaban de nuevo.
No se equivocaban del todo. Aun asГ, el Maestro de los Cuervos levantГі una mano para pedir calma—. Tened paciencia. Volved a vuestros hombres y a vuestros barcos. Aseguraos que todo estГЎ listo para un ataque. Os dirГ© el momento para ello.
Se marcharon en grupo, cada uno de ellos apresurГЎndose para prepararse. El Maestro de los Cuervos los dejГі ir. Por ahora, su atenciГіn estaba en el rojo sangriento del atardecer y lo que este presagiaba. No tenГa ninguna duda de que por la maГ±ana habrГa sangre en abundancia. Gracias a los esfuerzos de sus criaturas, habrГa una matanza a un nivel que harГa que el rГo de Ashton se volviera rojo. Sus criaturas se darГan un festГn.
—Y cuando hayan terminado —dijo—, añadiremos a nuestro imperio lo que quede.
CAPГЌTULO SIETE
La asesina conocida como Rose esperГі a que estuviera completamente oscuro antes de remar hacia los barcos que esperaban en el puerto, sus remos estaban envueltos por tela en los escГЎlamos. Ayudaba que la luna estaba brillante/tenГa mucha luz y que ella siempre habГa visto bien en la oscuridad cuando era necesario. Esto significaba que no podГa arriesgarse ni tan solo con un la linterna de un ladrГіn. Aun asГ, el miedo corrГa en su interior a cada brazada y solo lo inmovilizaba con esfuerzo.
—Irá bien —dijo—. Lo has hecho cientos de veces antes.
QuizГЎs cientos no. Incluso los mejores de todos los tiempos en su profesiГіn habГan matado jamГЎs a tantos. Ella no era el cuchillo de un carnicero, al que mandaban a matar a tantos como pudiera en una guerra. Ella era el cuchillo de un jardinero, cortando de raГz solo lo que era necesario.
—La mitad de los soldados que hay allà habrán matado más que yo —susurró, como si eso lo justificara.
Siempre habГa miedo cuando lo hacГa. Miedo a ser descubierta. Miedo de que algo saliera mal. Miedo de que pudiera adquirir la clase de conciencia que evitara que hiciera lo que mejor se le daba.
—Por ahora no —susurró Rose.
Poco a poco, guiГі su barca a travГ©s de las barcas que estaban esperando. Nos e sorprendiГі al oГr una voz gritando en la noche.
—¡Eh! ¿Quién anda ah� ¿Qué estás haciendo?
Rose vio un soldado inclinado sobre la proa de un barco que habГa por ahГ cerca, con un arco en las manos. QuizГЎs un estГєpido hubiera intentado remar hacia un lugar seguro, y hubiera recibido una flecha en la espalda por causar problemas. En su lugar, se parГі a pensar por un momento. Los acentos eran algo en lo que habГa pasado tiempo trabajando, asГ que ahora Rose seleccionГі uno adecuado, no el mismo de Ishjemme, sino el de una de las islas entre allГ y la costa del reino, que marcaba mГЎs las erres. Ese era mejor. Los soldados de Ishjemme se conocГan entre ellos. No podГan esperar conocer a todos los aliados.
—Prepararme para una batalla, imbécil. Y tú, ¿qué estás haciendo? ¿Intentando despertar a todo Ashton?
—EstГЎ bien, ВЎpodrГas haber sido cualquiera! —exclamГі el soldado—. Por lo que yo sГ©, podrГa haber sido una barca llena de enemigos.
—¿De verdad te parezco un barco lleno de enemigos? —replicó Rose—. Ahora, ¿puedo continuar entregando los informes que se supone que debo entregar? Hace horas que busco una ciudad con esa excusa. Ni tan solo puedo encontrar el buque insignia.
Vio que el hombre seГ±alaba con el dedo.
—Por allà —dijo.
—Gracias.
A Rose se le daba bien fingir ser quien no era. Algunos pensaban que los asesinos debГan de ser que se abrГan camino luchando en un ejГ©rcito. o que disparaban una flecha desde mГЎs lejos de lo que un hombre podГa ver. A ella le gustaban estas historias. Significaba que no buscaban a la persona inofensiva que estaba a su lado y que acababa de ponerles algo en el vino.
—Pero esta vez no hay ocasión de hacerlo —se dijo a sà misma.
No estaba segura de que Milady d’Angelica hubiera entendido lo que ella pedГa cuando la mandГі a hacer esto. Sinceramente, dudaba que a la noble le importara. Pero existГa una gran diferencia entre envenenar a un rival en Ashton y colarse en un barco en medio de una flota de batalla.
Especialmente en una donde se rumoreaba que los que mandaban tenГan magia.
Esa era la parte que la aterrorizaba de todo esto. ВїCГіmo se suponГa que iba a colarse en un barco donde la gente podГa leer los pensamientos asesinos que habГa en su interior? ВїDГіnde podГan percibir que se acercaba y probablemente mandar espectros chillando tras su alma? Eso significaba que su estrategia habitual de disfrazarse y mentir se descartaba, para empezar.
—DeberГa remar hasta llegar a tierra firme —murmurГі Rose. ВїQuГ© clase de idiota se mete en medio de una batalla como esta por propia elecciГіn? Sin embargo, continuГі en direcciГіn al buque insignia por tres razones.
Una era que le pagaban bien por ello. Demasiado bien para no tenerlo en cuenta. Otra era que, a pesar de sus habilidades con un cuchillo y un dardo envenenado, sospechaba que Milady d’Angelica serГa una enemiga peligrosa. La tercera… bueno, la tercera era sencilla:
Se le daba bien.
Rose detuvo la pequeГ±a barca muy cerca del buque insignia, allГ donde tan solo era una sombra mГЎs en la oscuridad. Se sacГі los colores de Ishjemme, dejГі al descubierto la ropa negra que llevaba debajo y se metiГі en las aguas de la bahГa.
El frГo hacГa que saliera vapor de su cuerpo, mientras ella intentaba no pensar en toda la porquerГa que se vertГa desde las alcantarillas de Ashton a su rГo y despuГ©s al mar. IgnorГі la idea de las otras cosas que tambiГ©n podrГa haber en el agua, los tiburones y otros depredadores que se estarГan reuniendo para ir en busca de comida tras la batalla. Tal vez su presencia fuera algo bueno, para esconder su intenciГіn asesina con la suya propia ante cualquier mente curiosa.
Rose avanzГі con lentitud con suaves brazadas, agachando la cabeza cada vez que pensaba que alguien podrГa estar mirando en su direcciГіn, ignorando el gusto repugnante del agua del mar. ParecГa que no llegaba nunca al buque insignia, su movimiento dejaba ir un ligero oleaje que la sacudГa a medida que se acercaba a Г©l.
Por fin, tocГі la madera del casco con los dedos y buscГі los asideros tal y como otra persona podrГa haber trepado por la pared de una roca. Rose se movГa lentamente, decidida a no hacer ningГєn ruido, incluso intentando clamar sus pensamientos para que no delataran ante los que tenГan magia.
LevantГі lo suficiente la cabeza como para ver a un centinela moviГ©ndose por la cubierta. Ella se agachГі, escuchando el ritmo de sus paso y dejГі que pasara. ContinuГі sin moverse. En su lugar, esperГі a que pasara dos veces mГЎs, hasta aprenderse el patrГіn. Alguien que fuera mГЎs estГєpido podrГa haber subido corriendo a cubierta la primera vez, y lo hubieran pillado por ello. Rose habГa aprendido cuГЎndo habГa que ser paciente.
La tercera vez que el centinela pasГі por delante, se colГі tras Г©l y se sacГі un trozo de alambre de garrote de la manga. El hombre era mГЎs alto que ella, pero Rose estaba acostumbrada a eso. En un instante le puso el alambre alrededor del cuello, tirГі de Г©l con fuerza y le puso la rodilla contra su espalda para derribarlo. No tuvo tiempo de gritar mientras el alambre hacГa un corte profundo, tan solo se le escapГі un breve jadeo.
Rose tirГі el cuerpo del guardia al agua, intentГЎndolo hacer lo mГЎs silenciosamente posible. Era una pena tener que matar a alguien que no era su blanco, pero la vigilancia del hombre dejaba muy pocos espacios, muy pocos huecos en los que podrГa colarse cuando llegara el momento de escapar. GuardГі su garrote. No lo usarГa a continuaciГіn.
—Ahora sigilosamente —se susurrГі a sГ misma mientras se dirigГa a toda prisa bajo cubierta.
Puede que no tuviera la magia que decГan que tenГan los de aquГ para averiguar los pensamientos de los demГЎs, pero tenГa ojos para identificar las sombras de cuerdas enroscadas y armas amontonadas en la oscuridad por allГ cerca, oГdos para buscar la respiraciГіn de los hombres que dormГan, diferenciando cuidadosamente entre los que estaban profundamente dormidos y los que podrГan despertarse si se acercaba demasiado. Caminaba sobre las puntas de los dedos, manteniГ©ndose a las sombras mientras pasaba por delante de los sitios donde estaban tumbados los soldados rasos, en direcciГіn al lugar donde estarГa su objetivo.
Rose abrГa las puertas en silencio en la oscuridad y miraba a los tipos que estaban allГ durmiendo, en busca del que habГa sido mandada a buscar. EncontrГі su blanco en una habitaciГіn marcada con los colores de Ishjemme: la habitaciГіn de un lГder, la habitaciГіn de un gobernante. AbriГі la puerta de golpe silenciosamente.
Delante de ella, se encendiГі una vela, dejando al descubierto a Lars Skyddar, sentado en una silla de mar, con una espada encima del regazo.
—Has venido a por mà —dijo.
Rose pensГі en sus posibilidades. ВїPodГa correr? ВїPodГa escapar de este barco antes de que este hombre trajera a toda una tripulaciГіn para enfrentarse a ella?
—¿Cómo supo que iba a venir? —preguntó ella—. No hice ningún ruido.
—Hace mucho tiempo, me dijeron que me enfrentarГa a la muerte la noche antes de nuestra mayor batalla, y que debГa enfrentarme solo. He sabido que este momento iba a llegar desde que llegaron mis sobrinas.
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